Al momento que escribo este artículo ha pasado una semana exactamente desde que se llevaron a cabo las elecciones presidenciales en mi país,unas elecciones marcadas por una serie de irregularidades tanto antes como durante y después de llevarse a cabo los comicios, destacando el incumplimientode ciertas garantías electorales, el uso del soborno de votos con un supuesto bono que fue cancelado por el CNE un día después del comicio o el chantaje de las entidades públicas o consejos comunales para asegurar votos quitando beneficios sociales a quienes no votarán por el candidato oficialista, a esto se le suma el retardo de varios centros en su apertura y la intervención del plan República durante las auditorias al cierre de la jornada; todo esto conllevó a la reelección de Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela para el periodo 2019-2025.
Sin embargo, el presidente no salió muy bien librado en lo que a votos se refiere: de un padrón electoralde aproximadamente 19 millones de votantes, Maduro fue reelecto solamente por 6 millones de votos, menos de la mitad del padrón electoral, por lo que el gran triunfador de está jornada fue sin duda la abstención, la cual rondo casi los 11 millones de votantes, un 54% del padrón electoral, lo cual quiere decir que, aunque el presidente fue reelecto para mandar por 6 años más, lo hace con un apoyo popular muy endeble, lo cual pone en tela de juicio la legitimidad de dichos comicios y la maniobrabilidad que tendrá Maduro para manejar el descontento popular ante la grave crisis que azota a nuestro país.
Esta situación no ha pasado por debajo de la mesa en el naciente gobierno reelecto, entendiendo la espada de damocles que ha significado volver a ser presidente, por lo que, aún manejando la verborrea impositiva y autoritaria en mítines políticos de carácter meramente populista, se ha visto forzado a realizar acciones negociadas con sectores adversarios a su gobierno para obtener su pleitecia y así palear su ya mermado apoyo popular con decisiones y reuniones para lograr consensos nunca vistos en sus primeros 6 años de gobierno y que en sólo una semana se han realizado con una facilidad abismal.
Al momento de hacer una "juramentacion" de su cargo y subordinarse ante la Asamblea Nacional Constituyente, la cual no ha sido más que una Asamblea paralela y acomodada a los intereses del ejecutivo nacional, habló de un proceso de diálogo y reconciliación de país, el cual quedaba demostrado cuando el día anterior se reunió con el ex candidato presidencial y líder religioso Javier Bertucci, el cual le pidió por la liberación de los presos políticos y la apertura del canal humanitario, diciendo haber obtenido respuestas positivas y satisfactorias, lo cual se estaba materializando en la juramentacion, donde se dio la orden de liberar a 20 presos políticos y que en los próximos días se podrían dar más liberaciones, lo cual demostraba un viraje radical en la política interna del ejecutivo nacional en torno a este tema, quedando mucha gente a la expectativa en torno a lo discutido al canal humanitario y cuando se comenzaría a poner en práctica.
Dias después mantuvo reuniones con un miembro del senado estadounidense y del nuncio apostólico, en una jornada de diálogo enmarcado en mejorar las relaciones con países y sectores adversos a su visión de hacer política, lo cual podría generar en un futuro un gobierno diverso tanto de visiones como de dirigencia para hacer una transición muy lenta pero apreciable ante un gobiernoque ha perdido su apoyo popular y se ve forzado a negociar o mediar con todo tipo de sectores para mantenerse en el poder lo suficiente para poder salir bien librado hasta que se de la transición consensuado.
Sin embargo, el hecho que más ha calado en la opinión pública como ejemplo del viraje de políticas internas del gobierno ha sido la liberación y transporte a su país del estadounidense Joshua Holt, un personaje que por el aparato mediático del gobierno fue catalogado como terrorista, agente de choque y toda clase de epítetos que justifiquen su carcelario y que haya salido como si nada hubiese ocurrido, demuestra no sólo este cambio radical de actuar político, sino una obediencia insólita del gobierno nacional a las peticiones del Gobierno Estadounidense, lo cual podría generar en un futuro más decisiones o acciones de negociaciones con el norte para salir bien librado tomando en cuenta el actuar errático, impulsivo y antipolitico del actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
En una semana ha ocurrido una serie de cosas que no ocurrieron y que jamás se hubiesen pensado posibles por parte del gobierno nacional en los primeros 6 años de gobierno, en un ejercicio Kafkiano, Maduro ha sufrido una metamorfosis muy importante en su discurso y actuar después de las elecciones, de un personaje autoritario, impositivo, populista y capaz de pelear hasta con el diablo por defender sus ideales o intereses, a ser un personaje austero, conciliador, calmado y hasta sumiso ante sus adversarios, una muestra del reconocimiento de haber perdido su brazo de apoyo más grande como ha sido el apoyo del pueblo en el aspecto electoral, quizás vengan más acciones y decisiones similares para lograr gobernar sin hacer frente al juicio de pueblo.
¿Esta metamorfosis sea positiva o perjudicial para el pueblo? Eso solo el tiempo lo dirá.